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viernes, noviembre 17, 2006

Un Papá con mayúscula


Dos generaciones: Jenny Ybarnegaray y su padre Julio Eduardo.



- “Esta fotografía fue tomada dos semanas antes de que fallezca mi papá. Hoy hubiera cumplido 90 años”, escribió a K. apurada hace algunas horas Jenny Ybarnegaray, “orgullosa miembra de la generación de los '70, que no se dejó seducir por el poder facilingo”.

- Jenny Ybarnegaray es una persona alucinante. Tan alucinante que escribió un texto hermoso, en el estilo epistolar, para recordar a su Papá Julio Eduardo Ybarnegaray Aramayoque falleció hace un mes atrás.

- Jenny es más importante que la mamat’alla o que el Papa en cuestiones de género y temas generacionales en Bolivia y en América Latina.

- Valgan sus palabras para rememorar a un Padre ejemplar que orinaba desde una considerable altura.

K.


Querido K.:

¿Qué puedo decirte de mi papá? Era un gran tipo, con un carácter "difícil", tenía voluntad y disciplina de hierro, no se dejaba vencer por las duras circunstancias que le tocó vivir.

Se llamaba Julio Eduardo Ybarnegaray Aramayo, nació el 17 de noviembre de 1916, descendiente (en tercera generación) de un aventurero vasco-francés que llegó a Potosí en los años '70 (creo) del S. XIX y luego se estableció en Sucre. Desde ahí, se extendió una familia que, según yo, tiene el 8 como número cabalístico, porque 8 es el número de hijos que tuvieron muchos de ellos.

Julio era el noveno hijo de Alfredo Ybarnegaray y Angélica Aramayo. Su padre murió cuando tenía 7 años de edad y su madre, enferma del corazón, cuando tenía 17.

Fue reservista durante la guerra del Chaco, no entró en combate debido a que su madre le había rebajado un año de edad (lo único que le reclamó por el resto de si vida), además de que 3 hermanos suyos ya se habían alistado en el ejército, uno de ellos (Raúl) murió en combate y dos salieron heridos. En ese periodo fue que le tocó cuidar de su mamá, "en ella aprendí a poner inyecciones", contaba, y ello lo condujo a elegir la carrera de medicina y la especialidad de cardiología.

Era sucrense de corazón, hincha del Stormer y luego bolivarista neto (ambos equipos "celestes"); excelente bailarín de cuecas (ganó premios por ello), especialmente de las que interpretaba don Fidel Torricos; integrante de los "Mal Parados de Sucre", su "cuerda" carnavalera; demócrata por convicción y católico por devoción.

Estudió medicina en la U.M.R.P de San Francisco Xavier de Chuquisaca, e hizo su especialidad como becario por excelencia, primero en Buenos Aires, en el Hospital Ramos Mejía, y luego se doctoró en la U. de Harvard, en Boston.

Regresó a Bolivia y se casó, en 1951, con Elena Ortiz Urioste, a quien llamaba "chusita" (ojos chiquitos). Entre 1953 y 1967 hicieron una zampoña de 8 hijos (yo soy la tercera de la fila).

Durante su vida profesional, fundó el servicio de cardiología del Hospital Santa Bárbara de Sucre, fue fundador de la Sociedad Boliviana de Cardiología y su presidente en varios periodos, organizó el servicio de medicina interna del Hospital Obrero de La Paz, dirigió las primeras campañas nacionales contra la fiebre reumática y el mal de chagas (ambas enfermedades producen graves cardiopatías); como miembro de la Sociedad Interamericana de Cardiología, participó en sinnúmero de eventos científicos nacionales e internacionales; prestó servicios en la Caja Nacional de Seguridad Social, en el Instituto Nacional del Tórax, en el Hospital Militar; y servicios profesionales voluntarios y gratuitos en el Hogar Quevedo (para ancianas), el Asilo San Ramón, y en cuanto servicio al que lo convocaron. En reconocimiento a su labor profesional, al final de sus días recibió la medalla al mérito "Orden Boliviana de la Salud Pública" otorgada por el Ministerio de Salud, y la Academia Boliviana de Historia de la Medicina, lo declaró Académico Emérito.

Como profesional tenía una agenda de 18 horas al día, pero nunca le faltaba tiempo para ayudarnos en nuestras labores escolares (tenía poca paciencia, pero igual se daba modos), para asistir a los múltiples "días" cívicos en nuestras escuelas y colegios, comprarnos útiles escolares al filo de la hora, atendernos en nuestras enfermedades y acompañarnos en nuestras alegrías y tristezas. Un Papá con mayúscula.

Jenny Ybarnegaray

3 comentarios:

Valentina dijo...

Gracias por la visita K, un gran beso...

Isabel Barceló Chico dijo...

Es una suerte que le durase su padre tantos años. Pocas personas disfrutan de semejante don. Saludos cordiales.

Anónimo dijo...

Gracias querido hermano, yo pienso que tu eres el tipo alucinante, mata callando (en el buen sentido del término), sin aspavientos, estás haciendo una cosa genial: POESÍA.
Un abrazo

Jenny